viernes, 2 de diciembre de 2016

Panorama: una aproximación joyceana

De venta online para todo el mundo.

Cuando Felipe Ponce, visionario editor de “Panorama”, me invitó a realizar esta reseña, anticipó que la obra tenía “correspondencias joyceanas”. Y de inmediato mordí el anzuelo.

Con ello en mente, lo primero que me llamó la atención fue el empleo de la palabra crucial con una dicción que no corresponde al vocabulario esloveno, lengua materna de su autor, Dušan Šarotar, quien se ostenta como escritor, poeta, guionista y fotógrafo; de todo lo cual ha echado mano para emprender la novela que ahora celebramos.

Así pues, quedé atónito ante la voz del título, “Panorama”, de raíces griegas, pero que deriva del inglés para nosotros, según la RAE; y asimismo se contagia con idéntica grafía al portugués, el catalán, el gallego, el francés, el italiano y sus dialectos; aunque también es asequible para usos vinculados al arte de la imagen en holandés, alemán, polaco, sueco; y con leves variaciones, en húngaro, checo, esloveno, eslovaco y esperanto.

De esta manera destacaba ante mis ojos, avezados durante diez años en desentrañar el río políglota del “Finnegans Wake”, una propuesta en la que confluían diversas lenguas emanadas de una misma fuente nutricia, avalando el postulado joyceano de que todo en la historia del hombre es consecutivo y está interrelacionado.

Para mayor confirmación de mis asertos, y de la promesa persuasiva que me hiciera su editor, “Panorama” es una obra que aborda de manera primordial la aflicción sosegada del migrante, en la que, apelando al símil con Joyce, se paga de manera simbólica el exilio continental del vate gaélico con la visita de este narrador anónimo a una Irlanda de turbadora belleza; descrita con esmerado detalle para retratar de manera simultánea el paisaje interior de su protagonista y de los personajes aledaños, también extranjeros, que exponen su propias cuitas con el mismo tono de introspección y de añoranza.

Como muestra, evoco las palabras del yo narrativo, escritor forastero de mediana edad, que se confiesa ante la página: “Me encontraba aquí, en medio de estas tierras aparentemente desoladas, con la amenaza de un inminente naufragio a mis espaldas cuando estaba por decidirse la vida o la muerte de un emigrante albano y por tanto el destino de todos nosotros, los que estábamos en ese momento en lugares desconocidos, en sitios sin nombre ni memoria, y estábamos librados sólo a intercesiones mudas, a la misericordia del cielo y el tiempo, a la eterna repetición de los nombres de nuestros seres queridos, nuestros amados hijos y nuestra esposa”.

En otro momento, como perfecta réplica, interviene Gjini, el albano aludido, comparsa y virgilio del protagonista: “Es que estamos hechos de una materia como la tierra o la isla y por encima de eso, de la nostalgia… y eso los irlandeses lo conocen bien”.

¿Y quién no conoce la nostalgia en un espacio de entrecruzamientos como esta FIL Guadalajara 2016?, encuentro de extranjerías al amparo de una lengua común, el castellano, que en textos nativos o a través de traducciones, nos permite ahondar en las congojas compartidas con el otro, siempre hermano y, por lo mismo, semejante. Esto que, si cabe mencionarlo, algunos no han querido ver, aquí o allá, en América y Europa, Asia y África; en plena actualidad como hace cinco mil años.

Así pues, el “Panorama” que propone Šarotar es el itinerario de un atento viajero por los planos empalmados del territorio y el recuerdo, porque el espacio y el tiempo ocupan una misma dimensión en su prosa poética, evocando las pautas de otros grandes creadores europeos, contemporáneos nuestros, como lo son Ove Knausgard y Sebald, con pulsiones y recursos afines; tal es el caso de la fotografía como disparador y testimonio, evidencia y contexto de las tramas paralelas que urde el destino a estos testigos privilegiados por el don de la escritura, y citando a nuestro autor, “quién es el único que puede apagarle la luz a quien anda errante en las olas heladas, quién puede dar a luz la palabra y entregársela al escritor que la recibe agradecido y en paz, en silencio, en recogimiento, le da forma al pensamiento y la belleza para todos nosotros, pensé, (y) prometí que iba a escribir todo esto, así y no de otra manera, como si hubiera debido ocurrir no por mi voluntad o por la nuestra, si es que esta noche me mantenía a salvo”.

Autoficción, o aflicción, en la que el yo narrador apenas busca “atrapar algo de esta belleza que me es dado ver en mi tiempo, atraparla en letras, palabras, oraciones, capítulos, retenerlas en el lugar. Como también a mí, pensé, algo me trajo de la memoria y me retuvo en esta vida”.

Y en un pasaje particularmente entrañable en el momento actual, de resistencia en la región para las culturas latinas del hemisferio y para el idioma castellano con acentos diversos, que ahora confronta el cada día más distante vecino del norte, y cuando la Feria Internacional del Libro se ha consagrado precisamente a este legado nuestro en común, quiero evocar una plegaria al idioma del migrante que Dušan Šarotar nos obsequia en esta novela, y cito:

“Cuando estás lejos de tu lengua, estás también lejos de casa, cada día más, con cada nueva palabra se ensancha y profundiza la brecha, la palabra perdida queda sitiada, en apariencia reemplazada por otra, más convincente, mejor, otra que todos entienden, pero que es extranjera”.

Y es que debemos recordar, más que nunca, que América Latina y los Estados Unidos formamos parte del mismo “Panorama”.
Presentación en la FIL Guadalajara 2016.
“Yo tampoco nací acá, le dije a Jane mientras conducía despacio. Ya lo sé, dijo ella. Eso enseguida se ve, seguramente, dije. No, dijo ella, no se ve, se oye, enseguida se oye, dijo Gjini que dijo Jane.”

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