La literatura, como el alpinismo, también puede ser un reto locuaz, sorprendente, caprichoso y de esfuerzo sobrehumano. Un placer inexplicable. Conquistar el Everest, alcanzar los picos más elevados de la cordillera del Himalaya, es, a la vez, una satisfacción enorme y un sufrimiento devastador. Así mismo, existen novelas o poemas que ponen nuestra voluntad a prueba y que, sin embargo, nos deleitan; no sólo al conquistarlos, sino también durante el acto de leerlos o ascenderlos.
Finnegans Wake (FW), el libro que Juan Díaz Victoria (J.D. Victoria) se propuso traducir, es, quizás, el Everest, la montaña más alta del mundo, de la literatura universal. Es una montaña elevada y escarpada para quien se propone a leerla. Es considerada una obra experimental y la de más difícil comprensión en inglés. Por lo que traducirla a otro idioma, en nuestro caso al español, es un reto que no quisieron afrontar grandes traductores o alpinistas literarios como Jorge Luis Borges o Guillermo Cabrera Infante. Pero, esto no ha desanimado a J.D. Victoria para ascender el Finnegan, para seguir su estela y lograr hacer que hable castellano.
J.D. Victoria, en la nota introductoria a su traducción del primer capítulo de esta obra titánica, cita comentarios de aquellos dos famosos escritores latinoamericanos respecto a FW y a su traducción:
"Parece que hay que leerla simultáneamente, todo al mismo tiempo. Cómo se hace eso no se explica. Tal vez Dios pueda hacerlo", dijo Borges de ese libro.
"Para mí es un callejón sin salida, aun como lectura, sin tener que imaginar la enormidad de su traducción… se trata del trabajo de un Hércules literario. Ese libro es perfectamente intraducible. No debería de serlo, ya que en principio no existe la literatura intraducible, solamente existe una pérdida de valor en la traducción", mencionó el cubano Cabrera Infante, quien tradujo el libro de cuentos Dublineses, del mismo autor de FW.
Y José María Valverde, traductor al español de otro complejo libro de James Joyce, el Ulises, mencionó que "no existe ni puede existir una traducción de Finnegans Wake a ninguna lengua -¡ni aun al inglés!- (...) La mayoría de sus admiradores, previos y posteriores, tendemos a ver en él un inmenso error".
Para colmo, Joyce no fue un atinado promotor o publicista de su última obra: decía que escribía libros para la posteridad, que serían estudiados durante doscientos años si se deseaba desentrañar su quintaesencia.
Pues si la críptica FW fue publicada en 1939, a la fecha van sólo 78 años de ser estudiada. Faltan, si hacemos caso a su autor, 122 años de estudios para develar sus misterios.
Pero, como mencionaba antes, J.D. Victoria no se agachó ni atemorizó ante los comentarios y obstáculos dichos y puestos por eruditos literarios del calibre de Borges, Cabrera Infante, Valverde o el mismo Joyce: él ya ha comenzado el ascenso de uno de los picos más altos de la literatura contemporánea; ya dio el primer paso: la hercúlea traducción del primer capítulo. El reto sigue. Falta mucha montaña por trepar. Se encontrará, seguramente, con avalanchas en el camino, que es lo que más temen los alpinistas; y, para evitar una arrollada mortal, tendrá que regresar, para volverlo a intentar.
Es que FW no es novela, ni poesía, ni ensayo ni… Es todo eso y más. Es sui generis.
De hecho, en su texto introductorio a su traducción, J.D. Victoria también cuenta una anécdota cómica de Joyce cuando le preguntaron que si FW era un libro largo; a lo que su autor respondió, con humor británico, que eso le recordaba la historia del irlandés borracho que dijo que no le preocupa lo largo del camino sino la anchura.
En efecto, todo quiere caber en este libro ancho, que, es, ante todo, cómico, lleno de sentido de humor. A partir de una anécdota local se va a un motivo universal, se toma el trayecto de la humanidad entera. Una canción popular irlandesa del siglo XIX, llamada también Finnegan’s Wake, es el pretexto que Joyce toma para escribir este librote. Multiplica esa canción, la amplía, la tergiversa, la deforma, la fragmenta; hace un desmadre desmedido y medido; va de lo diáfano a lo sibilino, de la claridad a la oscuridad. No obstante, se dice que "es el mismo cuento contado de todos".
Una historia tan sencilla como la de un albañil irlandés borracho, llamado Tim Finnegan, que se cae de la escalera mientras construye un muro, y que en su caída se escucha un trueno muy fuerte, e ipso facto, Finnegan muere, con el pene en alto ("tiene la bandera en alto"), y resucita; es también una historia compleja del mundo entero, con un protagonista borracho, culto y lascivo; "incestuoso como insecto", tradujo J.D. Victoria.
Celebrada participación de Alberto M. Sánchez. |
J.D. Victoria hace de este libro una traducción recreativa antes que transcrita. Se inventa su propio FW, sin nunca perderle el respeto, como debe hacerse con la montaña o con el mar, para no morir en el intento. La lee y traduce como lector entusiasta, no como académico, lo que se agradece. Las notas al pie, que en general ocupan más página que el texto, son guías que nos ayudan a seguir con esta compleja lectura; son los sherpas que nos indican el camino de la imponente montaña.
Pero, ¿qué se le subió hasta la cola a Joyce para escribir esto? Y, ¿a J.D. Victoria para traducirlo? Ambos, la escritura de este libro y su traducción, son trabajos inspirados a riesgo de perder la razón; pero, creo, ellos confiaron en lo que les dictó su corazón.
Lleno de ocultas alusiones sexuales, de frases de doble sentido; de albur a lo irlandés, si lo hay. De constantes juegos y relaciones de palabras que amplían sus significados originales, resucitándolas; por ejemplo, en FW la cerveza Guinness también puede ser el Génesis bíblico.
Éste es un libro culto y escatológico al mismo tiempo, en el que constantemente se mencionan tanto grandes acontecimientos históricos y artísticos como los pedos, la masturbación o la fornicación. Todo cabe en este mundo. Y en FW.
Ahora, también me pregunto: ¿habrá sido Joyce influenciado por el surrealismo para escribir la onírica FW, ya que esta obra es también como un sueño o una alucinación sin fin?
Como sabemos, el surrealismo es un movimiento artístico y literario surgido en Francia en la década de 1920 que, rompiendo las reglas preestablecidas, utilizaba la libre expresión para adentrarse en el inconsciente y explorar sueños y fantasías. Y, al mismo tiempo en que Joyce vivió en París, este movimiento estaba en auge. De hecho, FW fue escrita durante un periodo de 16 años y publicada en 1939, dos años antes de la muerte de su autor. La comenzó a escribir en 1923. Fue su último trabajo, que, voluntaria o involuntariamente, parece que utilizó algunas bases del surrealismo.
Para traducir este libro, además de alma de alpinista, hay que tenerla de poeta. Y J.D. Victoria es un poeta. Y desde su creativa traducción, con mapas y señas, nos ayuda a seguir la oscura y, a la vez, deslumbrante estela de Finnegan; de cómo se ha construido y deconstruido este libro. De cómo esta cíclica obra muere y resucita, y muere y resucita… igual que el ciclo de la vida y de la historia de la humanidad.
Insisto: ¿por qué J. D. Victoria agarró de la estantería uno de los libros más difíciles, más complejos que existen? Déjate que para leerlo, sino que, además, para traducirlo al español. A pesar de mi símil del alpinismo con la literatura, es un error ver a la literatura como una montaña imposible. Este libro, como la poesía, sirve para entender el mundo. No sólo para disfrutar, sino también para comprender lo que nos pasa adentro y afuera de nosotros. Una manera de leerlo, quizá sea dejándose ir, como lo haría un surrealista al escribir: soltar la pluma sin pensar nada. Mejor sentir y, luego, comprender.
¿Es complicado y exhibicionista FW? No lo es, no lo creo, "porque todo puede contarse y todo puede entenderse, cuando se es intelectualmente honesto; pero nada se puede simplificar. Y divulgar no es sino comunicar, transmitir, nada más", escribió el literato italiano Roberto Cotroneo al referirse a obras literarias supuestamente difíciles.
Y eso hacen Joyce al escribir FW, y J. D. Victoria al traducirlo: comunican y transmiten, sin imponer pasiones, sin hacer catecismo que deben seguir los demás. Así, conservan la magia que podrá ser inútil o superflua; pero no por eso debemos dejar de hacer lo que amamos y soñamos, porque son parte de nosotros y no podemos, en el fondo, prescindir de eso.
J. D. Victoria se propuso traducir un libro intraducible; está cumpliendo un sueño, y, al hacerlo, altera, para bien del mundo y de nosotros, el orden del universo. Atreverse a hacerlo es un gesto que mueve montañas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario